Constanza Rosenbrock es Licenciada en Comunicación por la FCEDU y se ha desempeñado como periodista, como comunicadora freelance y, actualmente, trabaja en el área de Comunicación del IAFAS | Su experiencia en primera persona
Uno de sus hermanos vivía en Rosario, entonces, Constanza también pensaba irse a vivir a la ciudad que siempre estuvo cerca. Fue a un centro de la UNR, donde se podía averiguar sobre las carreras, y se encontró con Comunicación Social. “Me encantó lo que proponía a nivel salida laboral y la currícula de las materias me pareció súper interesante”, cuenta.
Cuando volvió a Paraná, le contó a sus padres la decisión. Pero no fue necesario mudarse a Rosario: la carrera de Comunicación Social estaba en la Facultad de Ciencias de la Educación, “a dos cuadras de mi casa”. “Hice la carrera muy cerquita, viviendo con mi familia la mayor parte del tiempo. Esto hacía que tuviera alguna ventaja respecto de mis compañeros de Santa Fe, por ejemplo. Muchas veces yo quería saber alguna nota, las ponían en la cartelera de Alumnado y enseguida iba. Mi teléfono fijo empezó a ser un lugar de consulta”, comenta entre risas. “Anotaba las notas de los demás, me iban llamando al fijo de casa y se las pasaba. Era el año 1996”.
Los primeros trabajos prácticos los hacía en una máquina de escribir y las clases podían ser en alguno de estos edificios: La Hendija, la Escuela Normal, la Sala Mayo sobre calle España, el Teatro 3 de febrero, el subsuelo del Banco de Entre Ríos. “Estas eran las sedes de la FCEDU en ese momento, cuando se empezaba a soñar con el edificio nuevo. Recién al final de la carrera empezamos a cursar en el edificio de calle Buenos Aires. También había un anexo de planta alta en Malvinas y Santa Fe y un anexo en Buenos Aires y Ecuador. Caminábamos un montón. Los que vivíamos en Paraná teníamos la ventaja de conocerlos, llegar fácil, y les dábamos una mano con la información a los compañeros de Santa Fe”, recuerda.
Constanza dice que la etapa de la facultad “fue hermosa”: “Salir del cascarón, encontrarte con los monstruos de docentes que teníamos, realmente gente con mucho prestigio, mucha dedicación, era un placer ir a las clases con ellos”. El grupo era grande y “nos iba bien, teníamos mucha camaradería, parecía un curso de secundaria”.
Un día el Profesor Guillermo Alfieri les llevó a conocer la redacción de El Diario, “y yo me enamoré de eso, de verlos así, en los distintos escritorios escribiendo, después ver el proceso en que se pasaba de los textos a las planchas, todo el mecanismo para construir un diario. Me encantó ese paseo y decía: yo quiero trabajar acá. Así fue que un par de años después ya estaba en condiciones de hacer la pasantía y la hice en El Diario de Paraná. Empecé, creo, en mayo y esa misma mañana me dijeron andá a cubrir. Era una marcha docente”.
¿Cómo cubrir? ¿Cómo en el primer día?, pensó. “Cuando voy a pedir un grabadorcito, me dicen: ¿no tenés vos? Busqué en mi casa mi grabador con el que había hecho los trabajos prácticos de la facultad y me fui a AGMER de calle Laprida a cubrir la marcha para hacer mi primera nota. Desde el día uno me publicaron, lo que me dio una enorme alegría. Era una notita de quizás 2000 caracteres que me llevó un montón de horas de los nervios que tenía”.
Las primeras armas
“Fue así, de a poco y gracias a un equipo de gente divina. Estaba muy buena la redacción y había gente a quien admiraba mucho, entonces me ponían la vara muy alta”, cuenta. Trabajó en El Diario por alrededor de ocho años hasta que nació su hija y decidió cambiar de horarios. “En un diario se trabaja los fines de semana y había llegado a un lugar que tenía ganas de disfrutarlo de otra manera, pero amaba y amo ese trabajo. En ese momento era un privilegio y con gente muy capaz y divertida también, que tomaba el oficio de escribir con una particularidad bárbara”.
El Diario “te fogueaba, en el sentido de que vos podías tener prevista una nota y llegabas y las cosas habían cambiado. No todas las PC tenían internet y había que prepararse rápidamente, era muy vertiginoso y muy rico”.
Entró en el año 2001, en medio del revuelo social. El año terminó en “un diciembre muy duro en Entre Ríos”. “Nunca me voy a poder olvidar de la cobertura de esos días 20, 21 de diciembre”, dice Constanza, todavía conmovida. “Estábamos de sol a sol en la redacción, recorríamos los supermercados. Recuerdo que en el de calle Laurencena empezaron las represiones y las balas de goma. Empezamos a correr, yo con tacos altos, a correr pidiéndole a unos vecinos que me dejaran entrar, al lado mío gente herida y de nuevo, yo recién salida del cascarón y viviendo esa experiencia que, afortunadamente, no se repitió porque fue terriblemente triste. A nivel profesional fue todo un desafío manejar esos tiempos, esos nervios, llegar a la noche con toda esa adrenalina encima, rápido a escribir porque si te demorabas ya se demoraba la impresión y ya se demoraban las salidas al interior. Llegábamos corriendo a escribir y los nervios los tramitábamos después”.
En ocho años hubo miles de notas, “algunas han sido maravillosas, otras han sido dolorosas, tristes”, dice. Mucho tiempo Constanza fue la encargada de hacer la contratapa: “Se buscaba que la contratapa fuera una bocanada de aire fresco. Necesitaba buscar en distintos panoramas, en distintos ámbitos, notas que fueran un poco esperanzadoras, que den un mensaje alegre en ediciones que muchas veces estaban atestadas de noticias complicadas. Ese rol me gustó mucho”.
El trayecto hasta la actualidad
También se encargó de notas dentro de distintos suplementos de El Diario. En 2009, cuando nace su hija, decide finalmente abrir otros horizontes. “Empecé a trabajar freelance y fue una experiencia muy positiva y súper rica, porque he pasado y sigo pasando por distintos rubros. Era el advenimiento de las redes sociales y de nuevas formas de comunicar. Para los que estábamos acostumbrados a notas en diarios sábanas, después pasamos a tabloides y después, de golpe, posteos con poco texto y con más gráfica, todos desafíos diferentes que hemos tenido que transitarlos”.
Uno de sus clientes como comunicadora freelance la llevó a su trabajo actual. En el 2010 comienza a desempeñarse en el sector de Comunicación del IAFAS, encargada de la revista Enlaces. “Después de muchos años de hacer la revista, empecé a trabajar en la web y ahora estoy dentro del equipo de IAFAS en las distintas aristas que tiene a nivel comunicacional, desde lo interno, lo externo y las distintas plataformas desde donde comunica, incluyendo redes sociales también”.
Además, desde 2013 trabaja en la comunicación de la Fiesta de Disfraces y también lo hizo para el Colegio de Farmacéuticos de Entre Ríos. “Para todo este tipo de trabajo de comunicación institucional me sirvió el paso por El Diario, como para entender cómo se trabaja o cómo se mantiene una relación con los medios, qué es lo que le sirve a un medio, qué es lo que nos sirve a nosotros desde el otro lado del mostrador”.
Constanza refuerza que han sido experiencias enriquecedoras, dirigidas a distintos públicos y que “al tener una facultad dedicada a esto, hay mucha gente muy capaz, que es un placer ir conociendo, ver cómo se han adaptado a las distintas plataformas, cómo estamos surfeando para poder mantenernos actualizados”.
“Es lindo mirar para atrás y revisar el recorrido. Cada vez más organizaciones necesitan de comunicadores sociales y al haber más demanda, uno tiene que ser un poco plástico, un poco flexible, de a momentos me toca dirigirme a un público como el de la Fiesta de Disfraces, pero también hice la revista/libro de los 70 años de la Mariano Moreno. Con públicos tan diversos, uno tiene que ser versátil, flexible, porque todo cambia: los hábitos de lectura o de comprensión cambian, las plataformas cambian, y siempre alrededor de uno hay gente de la que podemos aprender. Me acuerdo a Alfieri diciendo agarren todo, lean todo, presten atención a todo. Ese estado de alerta bien, es necesario. Ese es el motor de nuestra profesión: la curiosidad“, cierra Constanza.
Producción general: Belén Cacik