El pasado 18 de agosto falleció el Dr. Julio De Zan, quien fuera Profesor Titular Ordinario de la cátedra “Problemática Filosófica Contemporánea” de la FCEDU desde 1990 | De Zan fue investigador científico del CONICET y tuvo gran actividad y reconocimiento internacional | Marcelo D´Amico, docente de nuestra casa de estudios, lo recuerda con estas palabras.
Por el Dr. Marcelo D´Amico (CISPO – FCEDU – UNER)
Corría el año 1998 y visitó la Facultad de Ciencias de la Educación el filósofo español Manuel Cruz, que había sido invitado por Julio De Zan. En aquel entonces por ser estudiante de Comunicación Social no conocía a Julio, ya que él era docente en la carrera de Ciencias de la Educación. A través de Fabiana Micocci, que me lo presentó, comencé una relación que me llevaría a ser su pasante, alumno vocacional de Filosofía Contemporánea, becario de investigación y su tesista.
Durante años coseché uno de los vínculos académicos que más me llena de orgullo. Aprendí muchísimo, no tal vez como Julio hubiese esperado, porque jamás logré la disciplina que implica el trabajo filosófico pero sí hice mis primeras armas para avanzar en el camino de una formación teórica hasta entonces desordenada por el entusiasmo y la falta de sistematicidad.
Aprendí a desarrollar la paciencia, la lectura profunda y la sistematización de un autor. Julio trabajaba de manera sostenida y lograba transmitir en sus justas palabras la pasión por el pensamiento filosófico y el amor por la teoría. Su biblioteca, de una amplitud única y una especificidad envidiable, tiene gran parte de los volúmenes en alemán, en inglés, francés y seguramente en griego y latín.
Cuando visitaba a Julio en su escritorio de calle Obispo Gelabert, antes mis consultas sobre algún punto de “Facticidad y validez”, bajaba su versión original en alemán y cuidadosamente me hacía buscar el número de nota y traducía en voz alta los párrafos que creaban dificultad en mi lectura. Habermas es un autor muy complejo, Julio lo conocía de manera profunda, lo leía y lo interpretaba como pocos en este país.
El viernes que pasó, tarde en la noche me enteré de su fallecimiento y además de hundirme en una profunda tristeza se me vinieron cientos de imágenes a la cabeza, de situaciones cotidianas de Julio en la academia, de algún que otro café que siempre invitaba cuando nos reuníamos o de su hermosa y dulce relación con el puñado de nietos que vi crecer con el tiempo. Recordé a su esposa María Elena, otra de las formadoras que tuve; a sus hijas y a “Julito” y esa devoción por el padre. Me tocó ser testigo del amor de Julio por los suyos en cada visita y momento que compartí en su casa en distintas ocasiones, ya que allí tenía su escritorio.
De todas las imágenes que me quedan no puedo dejar de recordar en el año 2000 cuando desde el Centro de Estudiantes organizamos el Seminario “Política y sociedad civil. La despolitización de la sociedad”, donde Julio intervino como conferencista y fue interrumpido de manera abrupta por un personaje urbano de Paraná -al que habíamos apodado Karl Marx por su barba blanca-, hombre que recorría la ciudad y aparecía en cada evento que podía. Con la paciencia y firmeza que lo caracterizaba; Julio respondió ante la interrupción: “un momento, espere que termine la conferencia” y continuó su exposición sin mayores inconveniente ante los nervios de quienes organizamos y el silencio del auditorio.
La firmeza, el compromiso y la convicción de un intelectual preocupado por la política eran características propias de De Zan. Cuando hablaba con él, era imposible no terminar hablando de política, intercambiando análisis y experimentar un placer inconmensurable al conocer su opinión sobre los distintos gobiernos que se sucedieron.
Dueño de una opinión sólida y argumentada, no reparaba en expresar su punto de vista sobre la realidad -aun a riesgo de no decir lo que uno quisiera escuchar- o para decirlo rápidamente, a Julio no le interesaba quedar bien con la corriente de una época sino más bien aportar con su pensamiento a las situaciones que merecían una análisis profundo.
Quienes transitamos por su cátedra, por los espacios de investigación y formación que generó a lo largo de su carrera no podemos más que estar agradecidos del privilegio de poder aprender algo, aunque sea lo mínimo de un intelectual de la talla de Julio de Zan.
Los aportes de De Zan al campo de la Filosofía política son notables: una lectura aguda de la obra de Hegel, posiblemente de los aportes más importantes en Latinoamérica; un interpretación autorizada de Habermas, con quien se formó; la lectura de Karl Otto Apel, Karloto como me contó que le llamaban en confianza.
Posiblemente muchos no sepan que la Facultad de Ciencias de la Educación contó entre las filas de sus profesores con uno de los filósofos más destacados del continente. Quizás eso suceda porque sólo la humildad de los grandes hacía que Julio cada semana sostuviera hasta antes de jublilarse tres horas o más de clases de Filosofía Contemporánea para un minúsculo grupo de estudiantes de Ciencias de la Educación. Quizás, porque no necesitó del reconocimiento masivo del estudiantado que no lo conocía, ni tampoco se prestó al marketing académico típico de estos tiempos.
Es extraño, lo tuvimos en la Facultad y no se cuánto pudimos aprovechar su saber. En lo personal, estoy muy agradecido, eternamente agradecido de la generosidad, el afecto del que fui beneficiado, y sobretodo del privilegio de haber conocido a Julio. De poder reconocer que me haya abierto las puertas para formarme y acercarme no sólo al intelectual, sino al padre de mi amiga María Eugenia y al eterno compañero de María Elena, otra gran docente de nuestra Facultad.
Es también extraño porque cuando escribo estas líneas no estoy triste, sino orgulloso y siento la necesidad de expresar mi gratitud para mi director de tesis y de mi beca de investigación que me llevó a escribir de un autor como Habermas que pocos conocían como De Zan.
Varios conocimos y compartimos espacios colectivos de discusión con Julio: Martín Maldonado, Sebastian Rigotti y Juan Fraiman. Hoy todos estamos sorprendidos y afectados por la partida de Julio, pero tenemos gratos recuerdos.
En honor a los intensos momentos que quedan para siempre, despido hoy a un maestro, un amigo y gran ser humano del que aprendimos mucho y seguiremos aprendiendo.