Es Profesora en Ciencias de la Educación y, actualmente, se desempeña como coordinadora de Práctica Docente en el Instituto Superior de Formación Docente de Maciá, su localidad de origen, donde volvió a vivir después de egresar. La formación docente es el eje transversal de sus intereses y trayectos laborales. Su experiencia, en primera persona.
Anabella Graziadio es oriunda de Gobernador Maciá, localidad entrerriana del departamento Tala ubicada a 200 kilómetros de Paraná. Ingresó en 2007 a la Facultad de Ciencias de la Educación (FCEDU) de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) y egresó del Profesorado en Ciencias de la Educación el 5 de marzo de 2012. Inmediatamente después del egreso continuó formándose activamente en áreas de práctica docente, “sobre todo con espacios que involucran a la psicología educacional, a la sociología de la educación y que tienen en común justamente a la formación, a la formación docente como un espacio en tensión y en problematización permanente”, destaca.
Sus experiencias laborales han sido, en su mayoría, en el nivel superior. También se ha desempeñado durante algunos años en asesorías pedagógicas y en espacios curriculares del nivel secundario, como sociología, psicología, filosofía, “pero mi ámbito de preferencia –y esto lo destaco y lo valoro justamente por la formación recibida en la Facultad– tiene que ver con la formación de docentes”, sintetiza Anabella.
Elección de la carrera
Cuando cursaba el último año del secundario en la Escuela Nº 2 de Maciá, mientras comenzaba “junto a un grupo de profesores a gestar espacios para dialogar sobre orientación vocacional”, la institución recibió la invitación de la FCEDU-UNER para visitar sus instalaciones. “Para concretar el viaje a Paraná vendimos rosquitas, me acuerdo, porque no todos mis compañeros y compañeras podíamos acceder a pagar el pasaje. Ese día nos estaba esperando Arturo Firpo, que entonces era secretario de Extensión, en la puerta de entrada. Me acuerdo y me emociono”, reconoce Anabella.
El profesor Firpo les mostró la Facultad, les relató su historia, sus particularidades. “Ese fue justamente el puntapié inicial para pensar lo que yo quería hacer”, advierte. Entonces, Anabella comenzó a conversar con su mamá, que era docente: “docente con todas las letras, que vivenció la labor desde el compromiso que amerita: con muchos saberes y dispuesta a enfrentar cualquier obstáculo que se le presentaba”.
Anabella recuerda que, desde muy chica, junto a sus cuatro hermanos, vivenció la labor docente de su madre: el vínculo que gestaba con sus alumnos, la planificación, las idas y venidas a la escuela, incluso “recibir a estudiantes para hacer la tarea y que tomaran la merienda en mi casa”. Entre esas charlas, su madre le preguntó: “¿Por qué no estudiás Ciencias de la Educación?”, rememora. “Creo que eso fue, en parte, lo que me terminó de definir, lo que terminó de cerrar algo que yo me estaba replanteando y que como a cualquier sujeto que se encuentra transitando esa etapa incierta, con muchas preguntas, justamente significó una ayuda, una guía, un apuntalamiento que agradezco mucho”, relata.
Los primeros años
Durante los años de Facultad convivió con sus hermanos, que ya estaban estudiando en Paraná. “Vivíamos en un departamento muy chiquito, pero los cuatro estábamos a abocados a la formación universitaria y ese era el rol que nosotros cumplíamos porque sabíamos que mis papás estaban haciendo un esfuerzo muy grande por sostener esa formación”, valora.
Desde el ciclo introductorio comenzó a tender vínculos y construyó una red de amistades genuinas y verdaderas que, según Anabella, se sostuvieron durante toda la cursada y “aún hoy a la distancia seguimos sosteniendo”, afirma. “Vivir la universidad es vivirla juntos, junto a ese otro u otra que hace que la tristeza por haber dejado tu lugar, sea de a poco tramitada”, resume.
Anabella entiende que el compañerismo es un uno de los factores fundamentales para perdurar en los espacios formativos, “además de recalcar que la Facultad siempre es un espacio que cobija, que ampara, donde no sos un número más”. “Realmente yo quiero a la Facultad, la valoro en todo momento porque me brindó las herramientas más importantes para un sujeto: desprenderse de toda tutela y poder tener la libertad de elegir y sostener quién querés ser”, asume.
“Al trabajar también con adultos y al verme muy involucrada en los procesos de formación, puedo visualizar muy claramente cómo la Facultad de Ciencias de la Educación nos marca para ser profesionales correctos, que apasionan, que se apasionan por enseñar… Donde el saber, la construcción del conocimiento, la búsqueda por la verdad, son realmente espacios que merecen la pena ser vividos. Todos los días ingreso a un aula, agarro la tiza, el fibrón, y realmente me siento feliz y pienso que cuando uno es feliz siendo lo que es, no hay nada más gratificante que eso”.
Experiencias (de la universidad) que transforman
De los tiempos universitarios también recuerda las instancias de cine debate coordinadas por Alicia Naput, “que estaban fuera del horario curricular, pero a las que todas, todos, decidíamos quedarnos porque eran espacios de puesta en común, de socialización, de debate”, destaca. Repasa los encuentros de carrera, el ENCED, “espacios que contenían, que ponían en juego el conocimiento desde otra perspectiva, no desde la currícula: ahí también nosotros estábamos aprendiendo a ser estudiantes universitarios”, dice.
Además, Anabella resalta su experiencia como docente auxiliar alumna de la cátedra Psicología Educacional. “Milagros Rafaghelli, que era la docente del espacio, nos invitó a formar parte junto a otras compañeras, que también fueron muy importantes: Rocío Welsch y Candela San Román. Fue un espacio que concursamos y que comenzamos a transitar junto a la figura de Milagros como una referente, una profesional muy ética, muy correcta, muy humana, que nos compartió su saber, su experiencia”, cuenta. Allí se desempeñó alrededor de cinco años y, en ese sentido, Anabella destaca que la figura de docente auxiliar alumno tiene “una intencionalidad pedagógica que marca y que influye en lo que uno va a hacer el día de mañana como docente”.
En cuanto a lo vinculado con las prácticas de enseñanza, destaca la experiencia de pareja pedagógica desarrollada en el marco de la cátedra Sociología de la Educación junto a Rocío Welsch, en la Escuela Alberdi: “Estas prácticas realmente son una auténtica experiencia en los términos de Jorge Larrosa, porque implican justamente una transformación”, define. En este marco, recuerda la importancia del acompañamiento de los docentes del espacio, que fueron Victoria Espinosa y Javier Miranda.
“Todo tránsito no es un tránsito individual, sino que es colectivo –reconoce Anabella–. Por eso la importancia de quienes gestan esa relación con el saber, que fueron docentes que nos hicieron experimentar: Andrés Borgetto, Norma Barbagelata, María Amelia Migueles, Carina Rattero, Liliana Petrucci, Milagros Rafaghelli, Susana Celman, María del Carmen Castells, Alicia Naput. Seguramente me esté olvidando de alguno. A todos ellos, mi agradecimiento”, expresa.
Experiencias laborales
“La formación docente es el eje que vertebra, atraviesa y sobre todo enriquece cada una de mis experiencias laborales –define–. Han sido múltiples porque no siempre he trabajado en espacios áulicos. También he estado afectada a la Coordinación de Nivel Superior de la Departamental de Escuelas Tala en 2022 y 2023. He sido capacitadora y tutora en diversas instancias formativas de oposición, que se han llevado a cabo desde el Consejo General de Educación (CGE) para aspirantes a secretarios, rectores y vicerrectores de educación secundaria. Asimismo, he sido facilitadora en diversas propuestas y programas que han tenido en su momento una política educativa fuerte, que tiene que ver con la formación docente en contexto, desde el Programa Nacional de Formación Permanente (PNFP)”, detalla.
Actualmente, Anabella se desempeña en el Instituto Superior de Formación Docente (ISFD) de Salvador Maciá como coordinadora de Práctica Profesional Docente y es profesora “en espacios como Sociología de la Educación, Práctica Docente y Psicología Educacional” en los profesorados de Educación Primaria y de Educación Secundaria en Lengua y Literatura. También conforma un equipo de Orientación y Tutoría en una escuela secundaria agrotécnica.
Desde el Profesorado, junto a los docentes de la cátedra Sociología de la Educación de la FCEDU, Lorena Romero y Javier Miranda, desarrollaron un Proyecto de Innovación e Incentivo a la Docencia durante 2022 y 2023. “Llevamos a cabo un proyecto interinstitucional con la intención de involucrar a distintos institutos, desde una potencialidad del encuentro con otro. A partir de diversas visitas, trabajamos entre docentes y estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Educación que cursan Sociología de la Educación, para generar un espacio de aprendizaje significativo y poner en juego otros ejercicios que hacen a la docencia. La verdad es que la experiencia de intercambio, el acercamiento de la universidad al instituto, luego del instituto a la universidad, dio como resultado otras acciones y producciones que hacen y sobre todo generan vinculaciones con la formación, con el campo laboral y profesional”, asegura.
Para terminar, Anabella resalta que la Universidad la transformó: “Implicó un reencuentro conmigo misma y también otra forma de pensarme y conocerme”, señala. “Mi agradecimiento a la universidad pública se amplía a mis padres que nos dieron la posibilidad, a mí y a mis hermanos, de estudiar y de formarnos desde un acompañamiento y una confianza real hacia lo que podíamos hacer. A mis hermanos que compartieron conmigo este tránsito por la universidad, a mis hijos y a mi pareja, Esteban, que me acompañó también en todos estos años de formación y me sigue acompañando”, concluye.