Ángeles Alemandi, en primera persona

Publicado el: 20 febrero, 2020 Última actualización: septiembre 16, 2024

Es de San Justo, Santa Fe. Llegó en el 99 a estudiar Comunicación Social a Paraná «porque desde chica sabía que quería ser periodista». La crisis del 2001 la convirtió en militante, fue vicepresidenta del Centro de Estudiantes por el Movimiento 20 de diciembre. Participó de la primera cohorte del Profesorado en Comunicación y hoy la docencia en la escuela secundaria es su principal fuente de trabajo. Pero la niña Ángeles tenía razón: iba a ser periodista. Ha publicado en Anfibia, en Orsai, en Cosecha Roja, en Las12. Fue finalista del concurso Crónica Patagónica con el trabajo «¿Alguna vez encontraré a mi mamá?» | Acaba de publicar Rally de santos, su primera novela | Ángeles Alemandi, en primera persona.

 

Se acuerda de todo: en la primaria fueron con el curso a una doma de folclore «que organiza desde hace muchos años el club Colón» y ella escribió una crónica. Una crónica que le publicaron en el semanario. «Ver mi nombre ahí, ver un texto mío, fue emocionante. Por eso fue que jamás dudé de que el periodismo era lo mío”.

Cuando terminó el secundario, seguía con el mismo gusto por leer y escribir. Miró el panorama de Universidades posibles y decidió que la UNER era la mejor opción: era pública, más cercana que la de Rosario y ya tenía amigos más grandes estudiando en la Facultad, que le hablaron «muy bien de la carrera».

Ingresó en 1999 y primer año –dice– le resultó una experiencia «increíble»: había terminado el secundario en la escuela de Comercio y las nuevas materias le «replantearon la vida entera»: «Me acuerdo de Antropología con Laura Méndez, una materia que fue como un martillazo contra un vidrio. El vidrio se deshace y una se tiene que volver a armar. Mi primer acercamiento al feminismo tuvo que ver con conversaciones y lecturas que tuvimos en el marco de esas materias, antropología, sociología, que me ayudaron a ser quien soy. En ese momento ya discutíamos y debatíamos temas como la despenalización del aborto».

Ángeles cuenta que con Juan Vilar descubrió la historia argentina. «Con él supe realmente qué había pasado el 24 de marzo de 1976 en nuestro país y que había 30 mil desaparecidos. En esos años, la Universidad invitó a Estela de Carlotto a un panel, la conocí y la pude escuchar. A partir de ahí me siento comprometida y me moviliza la causa de los derechos humanos, del derecho a la identidad en la Argentina. Ahora trato de compartirlo desde mi posición de docente con mis alumnos«.

Por supuesto, como le gustaba escribir, hizo Redacción: «Ahí fui formando mi perfil de cronista, en esas cátedras conocí a Rodolfo Walsh».

También recuerda a Lambruschini, a Firpo, a Caletti –»sus clases eran maravillosas pero él me intimidaba mucho». En esa cátedra conoció a otra docente, Mabel Masutti: «Con ella hice mi pasantía en la Escuela Hogar de Paraná. Junto a otra compañera, Luciana de Carles, desarrollamos un periódico escolar llamado Pisingallo y después seguimos dando el taller de periodismo a niños».

En el transcurso de todo, fue la crisis del 2001: «Mirábamos alrededor y teníamos amigos y amigas que dejaban de estudiar, porque sus padres no podían seguir sosteniéndoles los estudios. Levantábamos la vista y Paraná era una ciudad devastada. Entonces sentí por primera vez la necesidad de participar en la vida política como estudiante universitaria. Me acuerdo que un grupo de compañeros organiza y llama a todos los que quisiéramos sumarnos, a formar un movimiento: el 20 de Diciembre. Eran épocas del club del trueque en las aulas. Esa experiencia de participar, de comprometerme, de entender que la política y lo político es la posibilidad de transformar lo que no nos gusta y que para generar cambios hay que participar, poner el cuerpo –y estudiar y estar informado y conocer la historia–, para mí fue enriquecedora y movilizante». Al año siguiente, Ángeles se convirtió en la vicepresidenta del Centro de Estudiantes, «con el compañero Pablo Landó de presidente».

«Tengo tantos recuerdos hermosos de la Facultad, como en una cajita musical, guardados. Cada vez que abro esa caja es como que hay alguien o algo girando», dice Ángeles, entre más recuerdos.

 

Las primeras experiencias laborales

Se recibió en mayo del 2005 y en diciembre rindió todas las materias del Profesorado en Comunicación, que había decidido empezar en paralelo al desarrollo de la tesis, ni bien la Facultad abrió la carrera. «En enero me voy a vivir a Buenos Aires con mi compañero actual, Cristian, que ya estaba viviendo allá. Tenía 24 años y un titulo a estrenar pero nada de experiencia laboral, ni contactos. Después de tres meses de intentos fallidos, empecé a buscar trabajo de otra cosa y entré en un Centro de Salud. Durante varios años, ese fue mi ingreso fuerte, pero paralelamente desarrollé algunas estrategias para no perder de vista lo que yo quería hacer, que era escribir«, sigue Ángeles.

Empezó a colaborar con la revista Hecho en Buenos Aires, «que fue una de las primeras puertas que se me abrieron y que me permitió hacer entrevistas preciosas». Después, en el 2008, «una amiga, una periodista que conocí, María Eugenia Ludueña, me sugiere que explote mi condición de santafesina viviendo en Buenos Aires y trate de escribir notas para un diario de mi provincia. Entonces hago contacto con el diario El Litoral y empiezo a publicar en la revista Nosotros que salía los sábados con el diario».

 

Ese mismo año se presenta a la Beca Avina de Investigación periodística con un proyecto de nota sobre una escuelita de San Justo, con un modelo alternativo de educación. Gana la beca y viaja a Cartagena, Colombia, con un montón de periodistas latinoamericanos: «A mi regreso vengo decidida a tomar clases e ir al taller que daba Cristian Alarcón. Y Cristian se convierte en mi otra universidad: es el gran maestro con el que yo siento que aprendo a investigar y a escribir periodismo narrativo«.

Entonces, Ángeles descubre que, además de que la niña Ángeles tenía razón, su mayor pasión era la crónica periodística. «La crónica es ese espacio donde se mezcla el periodismo con la literatura: uno escribe no ficción pero utiliza recursos de la literatura».

En esos años decide dejar de una vez su otro trabajo y empieza a dedicarse al periodismo. Forma parte del equipo de Cosecha Roja, de Infojus, «y cuando siento que estoy metiéndome de lleno en ese universo, y empiezo a colaborar con otras publicaciones como Revista Elle, y empiezan a aparecer otras oportunidades: quedo embarazada y a Cristian –su pareja– lo trasladan a General San Martín, un pueblito de La Pampa». «Y marchamos la familia», dice Ángeles. Año 2013.

 

Escribir donde sea

«Hacer periodismo en un pueblo de tres mil habitantes es difícil, pero no imposible, como creí al principio«, anticipa Ángeles.

Nunca se había imaginado dando clases pero, gracias al Profesorado en Comunicación Social, la docencia «se convirtió en la salida laboral más fuerte que encontré en el pueblo». «Increíblemente lo disfruto mucho. Disfruto del aula, de mis alumnos. Me hacen reflexionar todo el tiempo. Intento devolver algo de lo que me dio la universidad pública y aquellas materias que me hicieron revisarme a mí misma».

 

2014, en el taller de edición con los ganadores del premio Crónicas Interiores
2014, en el taller de edición con los ganadores del premio Crónicas Interiores

 

A la vez, ha buscado la manera de no dejar de escribir. En el 2014, participó del concurso Crónicas Interiores y quedó finalista con una crónica «sobre un accidente en la ruta, que le sucede a un vecino de mi pueblo. Él es remisero. Cuando estaba volviendo a General San Martín, desde Santa Rosa, de golpe le aparece un sillón en el medio de la ruta y tiene un accidente».

 

Con Cristian Alarcón y Santiago Rey, Premio Crónica Patagónica. 2019

En el 2018 escribió con un amigo, Lautaro Bentivegna, periodista de Santa Rosa, una crónica sobre la muerte en la colonia menonita –«Al polvo volverás»– que fue finalista en el Festival Basado en Hechos Reales. También ganaron junto a Lautaro una Beca Creación del Fondo Nacional de las Artes, con la que están trabajando en un proyecto «para escribir crónicas pampeanas«. Y además, a fines del 2019, obtuvo el segundo premio del concurso Crónicas Patagónicas, con «una historia sobre jóvenes de la localidad de General Pico que buscan su identidad biológica y que no son hijos de desaparecidos –aunque sus fechas de nacimiento coinciden con la dictadura–, sino que fueron anotados como hijos legítimos de personas que no eran sus padres biológicos». El trabajo está publicado en Anfibia.

 

Cuando fue mamá también escribió un blog: estaquetepario.com. «Fueron meses en la que una se desconecta y se desconoce y se convierte sólo en mamá. Entonces para reconectarme conmigo empecé con ese blog, que relataba un poco el lado B de la maternidad. De alguna manera siempre intenté aferrarme a alguna tabla salvavidas con la escritura –dice Ángeles–. Porque creo que a mí la escritura, además de darme satisfacciones profesionales, también me ha salvado de otros infiernos o de otras tormentas que me ha tocado atravesar». Entonces se detiene: «Tormentas, más que infiernos».

 

Rally de santos

Cuando su hijo «recién empezaba a caminar», Ángeles fue diagnosticada con un carcinoma de mama. Durante todo el proceso de la enfermedad escribió. La editorial La parte maldita acaba de publicar lo que terminó siendo su primera novela. La escritora Gabriela Cabezón Cámara la describe así:

«Ángeles Alemandi cuenta con gracia, con ritmo, con dolor y con humor su periplo en el mundo de la enfermedad. Y el de su madre, que fue y volvió con medallitas, oraciones, estampitas, amuletos, inciensos y aguas benditas de todos los santuarios, todas las vírgenes, todos los curas sanadores y de un buen par que la iglesia no aprueba también.
Ángeles Alemandi hace una crónica poderosa porque sabe: escribe. Y porque su madre —como cantaban los Redondos en “Canción para naufragios”— regida por el verso “mami elimina el error”, se internó en la patria del milagro, incansable, loca, tiernamente.
Rally de santos es una epopeya del amor materno».

La autora conversó recientemente con el programa En Voz Alta de Radio UNER 100.3 y señaló: “Siempre intenté correrme del lugar de la pena o victimización. Durante el acompañamiento que hacen los amigos también, siempre intenté correrme del mote de luchadora o guerrera que te ponen. Ese lugar me resultaba muy incómodo, por eso escribí siempre. El escribir era como encontrarme conmigo, ser la mejor versión de mí. Es decir, ya no era una paciente, sino una mujer que escribía».

 

 

Seguir leyendo: «¿Alguna vez encontraré a mi mamá?» en Anfibia | Correspondencia con Josefina Licitra en Orsai | «Al polvo volverás», escrita junto a Lautaro Bentivegna | Fragmento de Rally de santos

 

Producción general: Belén Cacik

Texto: Rocío Fernández Doval y Belén Cacik

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