Es licenciada en Ciencias de la Información por la FCEdu, carrera anterior a la Licenciatura en Comunicación Social | Participó de la creación del Centro de Producción en Comunicación y Educación de nuestra facultad y del Centro de Comunicación Educativa de Entre Ríos del CGE | A partir de 1992 se instaló en Buenos Aires y allí desarrolló plenamente su carrera en producción audiovisual | Hoy, de regreso en Paraná, busca contar historias de nuestra provincia desde el género documental.
Dolores Miconi demoró su llegada a la Facultad de Ciencias de la Educación con algunas paradas previas. Primero, probó con Ciencias Políticas en Buenos Aires, después con la carrera de Veterinaria en Esperanza. “Regresé a Paraná un poco frustrada porque no encontraba mi camino, hasta que me enteré de que se había abierto la carrera de Ciencias de la Información. Era 1981, época de dictadura, y las materias y sus docentes generaban más aversión que estímulo, pero conté con un ingrediente maravilloso, que fueron los compañeros y las compañeras”, dice hoy.
Con ese grupo ocurrían guitarreadas, peñas, espacios de estudio y de militancia. Lo recuerda así: “Armamos el primer centro de estudiantes en dictadura. Ya en democracia, participamos del primer congreso de estudiantes de comunicación social en Mendoza y otros encuentros posteriores. Fue una época maravillosa, de mucha participación y compromiso”.
Con la recuperación de la democracia, en 1983, el plan de estudios cambió. “Lo académico comenzó a tener sentido y con las materias relacionadas con lo audiovisual, descubrí mi forma de expresión a través de la imagen”, cuenta Dolores. A ese camino no lo abandonó más y se quedó “siempre detrás de cámara”. De todas maneras, reconoce que su primer trabajo fue “como periodista y conductora en Entre Ríos Hoy, un programa semanal que se emitía por Canal 13 de Santa Fe”. “Aunque el delante de cámara no era lo mío, comencé a familiarizarme con la actividad televisiva”, rememora.
En 1986 terminó de rendir las materias y partió a Buenos Aires “a hacer un curso de seis meses en producción, realización y montaje en video y audio en el gabinete audiovisual del Servicio Cultural de la Embajada de Francia en Argentina”. “El curso consistía en sumarme a las tareas cotidianas del gabinete, conducido por el profesor Maurice Elbaz. Una buena iniciación en el aprendizaje del quehacer televisivo”, recuerda.
Al año siguiente, ya de vuelta en Paraná, se embarcó junto a compañeras y compañeros en la construcción del Centro de Producción en Comunicación y Educación -CePCE- de la FCEDU: “El Centro se generó a partir de la idea y la motivación de José Carlos “Pepe” González y, en 1988, se concretó gracias al apoyo y a la decisión de Martha Benedetto. Se sumaron otros alumnos. Más tarde se integró Humberto “Negro” Ríos, excelente docente, quien fue parte fundamental del crecimiento del espacio. Otros aportes importantísimos fueron los de Octavio Getino, Roberto Vacca, Gustavo Hennekens. Fue una etapa muy productiva: realizamos documentales, programas de televisión, micros, ganamos algunos premios. Y el Centro fue casi nuestra casa durante esos años. Nos quedábamos horas trabajando, hablando de cine. Fue, realmente, una experiencia de aprendizaje en el hacer. Y, por supuesto y no menos importante, el momento de la confraternización ocurría al final del día en Los Alpes”, histórico bar que estaba ubicado en la intersección de Buenos Aires y la entonces Rivadavia, en la esquina de la Facultad.
Otras experiencias
En 1990, Dolores Miconi participó también de la creación del Centro de Comunicación Educativa de Entre Ríos -CECEER-, dependiente del Consejo General de Educación de la provincia, con la dirección de Gabriela Bergomás y la gestión de Germán Cantero como director de Planeamiento Educativo. “La propuesta estaba dirigida al mejoramiento de vida de los entrerrianos a través de alternativas educativas no convencionales, con especial énfasis en la producción en los distintos lenguajes. Mi responsabilidad era el área de video. Comenzamos a producir materiales educativos para las escuelas de la provincia e involucramos a los canales de cable que las conectarían mediante la transmisión de esos materiales, una hora por la mañana y una hora por la tarde”, relata. “Realmente era una propuesta vanguardista para nuestra región pero el contexto político cambió y las posibilidades de darle continuidad al proyecto se fueron desdibujando”, lamenta.
Así, en 1992 dejó el espacio del CGE, también su trabajo en la Facultad y decidió irse a vivir a Buenos Aires, “una interesante ciudad para ir a pasear, difícil para vivir”, define. “El primer tiempo fue muy duro pero la meta se mantenía incólume, así que me aferré a mi sueño y sobreviví. Así, casi sin esperarlo, en una fiesta de cierre de un festival al que me invitó una amiga, se abrió una puerta. Allí conocí a David “Coco” Blaustein, quien todavía no era realizador cinematográfico, pero producía y conducía el programa de radio Señales de humo. Me invitó a participar como productora periodística. Aunque la radio no era ni es mi medio de expresión, me gustó la investigación periodística, fue una buena experiencia para lo que vino después. Además, Coco fue una persona muy importante tanto en lo profesional -un gran productor-, como en lo personal -un gran amigo-“, dice Dolores.
Las primeras experiencias documentales
Corría 1994 y la Central de Trabajadores de la Argentina -CTA- junto a otros gremios, organizaba la Marcha Federal, una manifestación masiva que tuvo lugar el 6 de julio, en pleno menemismo, con alrededor de 50 mil manifestantes provenientes de diversos lugares del país. Como parte de la CTA, “el Sindicato de la Industria Cinematográfica – SICA y su secretario general, el querido Tato Miller, asumió la responsabilidad de armar diversos equipos de rodaje que acompañaron las tres columnas que venían de distintos puntos del país”, cuenta.
“Coco [Blaustein] formó un equipo de registro y nos tocó la columna norte”, sigue. “Partimos hacia Jujuy: Coco, Ernesto Jauretche, Gastón Ocampo, y yo. Y volvimos acompañando a la columna que iba atravesando las distintas provincias y recibiendo a cientos de docentes, obreros, estudiantes. Llegamos a Buenos Aires a encontrarnos con el resto de las columnas y con el pueblo porteño que había ocupado multitudinariamente la Plaza de Mayo y las calles aledañas. Era un fiesta. En total, éramos 13 equipos de registro, cada uno dirigido por un profesional de renombre”, resalta Dolores.
Distintos directores y productores se reunieron después para editar un material que circulara libremente. “Con prólogo de Roberto “Tito” Cossa, se realizó algo más que una producción: un verdadero proyecto colectivo, una experiencia inolvidable y mi primera experiencia documental”, remarca.
Luego de la Marcha Federal, Blaustein comenzó a rodar su primer documental, Cazadores de Utopías (1994-1996) y Dolores asumió la tarea de investigación de archivo y producción. Sobre esta experiencia, cuenta: “Del equipo participaban Rodolfo Hermida, Ernesto Jauretche, Alejandro Fernández Mouján, Graciela Mazza. Fue el primer documental sobre la militancia de los ’70 y nos conmovía particularmente a todos. Luego, con Coco trabajé en su segunda película, Botín de guerra, el primer documental sobre la apropiación de niños en la dictadura (1997-1999) y Hacer patria, un documental personal sobre la inmigración y la identidad (2006)”.
Finalmente, en 1997, “entre rodaje y rodaje”, Dolores cerró su etapa de estudiante en la FCEDU al presentar su tesis. Desarrolló un tema que le brindó un aporte en lo profesional: “Diseños de producción cinematográfica”. Sin embargo, reconoce que le costó mucho volver a enfocarse en el trabajo académico después de haber dejado la facultad, siete años atrás.
Los años 2000
En la edición del material de la Marcha Federal, Dolores Miconi conoció a Rodolfo Hermida, “un hermano y, además, excelente director de cine y televisión, quien me convocó en el rol de coordinadora de Producción en cada uno de los proyectos que llevó adelante”, dice. Entre ellos, la planificación de la Señal de Educación a Distancia FORMAR, que se emitía por Canal 9; un documental en homenaje a Evita; entre otros.
“Y en el 2000, Canal 7”, sintetiza. En enero de ese año, Rodolfo Hermida fue convocado como director de Producción del canal, en representación del Frente País Solidario -FREPASO- y Dolores fue nombrada coordinadora General de Producción y Programación. “Fue una etapa intensa de mucho compromiso y trabajo. Se logró un cambio de programación interesante, diversa, con incorporaciones a la grilla de nuevas figuras y miradas; capacitaciones para el personal, mejoramiento en las condiciones laborales. No obstante, duró poco y no llegamos a realizar los cambios necesarios para hacer un canal realmente federal e inclusivo”, evalúa.
En los años siguientes volvería a la producción, al cine y a la investigación de archivo con tres documentales: Nuestros desaparecidos, de Juan Mandelbaum, una búsqueda personal atravesada por la historia trágica de los ’70 (2006-2008); 1973. Un grito de corazón, de Liliana Mazure, sobre la incorporación a la militancia política de la juventud de los ’70 (2006-2008); y Estela, de Silvia di Florio, documental sobre Estela de Carlotto, quien reconstruye para su nieto Guido la historia de su familia (2007-2008).
Más tarde se incorporó a un programa dependiente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales -INCAA-, el Archivo de la Imagen Documental – AdID-. “El área, coordinada por el querido Humberto Ríos y conformada por un excelente grupo de realizadores y docentes, era un espacio de mucha reflexión y producción sobre la creación documental. Se realizaron documentales con fines didácticos sobre el pensamiento creador de cineastas de la talla de Jorge Prelorán, Jorge Sanjinés, Fernando Birri, entre otros”, cuenta.
También por el INCAA, Dolores Miconi se hizo cargo de Historias Conectadas, un concurso de Proyectos de Cortos Documentales, dirigido a estudiantes secundarios de todo el país, en conjunto con el Ministerio de Educación de la Nación y su portal, Educ.ar. Por último, integró el equipo del Programa Memoria Colectiva e Inclusión Social, que registra los Juicios de lesa humanidad. Allí trabajó hasta el 31 de diciembre de 2021, fecha en la que renunció al INCAA y volvió a Paraná después de 30 años.
La militancia
“Un aspecto que ha sido importante en estos años es la militancia audiovisual”, rescata además Dolores. A nivel latinoamericano, se conformó la red EnDocXXI, que reunió a documentalistas en encuentros realizados en Brasil, Venezuela, Ecuador, Argentina y México.
En el ámbito nacional, participó de la creación de la Red Argentina de Documentalistas -RAD-, en 2010. “La RAD es la única organización del sector audiovisual con personería jurídica y reconocimiento del INCAA que tiene sede en el interior del país”, destaca Dolores. “Todos estos años de trabajo y militancia nos permitieron participar de los espacios de consulta y de referencia del sector documental a nivel nacional, con el fin de hacer llegar a las instituciones públicas el reclamo de los documentalistas del país, de manera de lograr que el INCAA, así como otros organismos como Cultura, consideren las particulares condiciones en las que se produce en las regiones. Incluso hemos conseguido acceder a un lugar en los comités del INCAA que evalúan los proyectos documentales para su apoyo”, señala.
El regreso
Después de 30 años de vivir en Buenos Aires, Dolores Miconi regresó a Paraná “a emprender una nueva etapa”. “Hace ya varios años que tenía la necesidad de hacer mi propio recorrido en el documental y volví con la idea de contar historias que tuvieran que ver con mi provincia. Así fue como comencé a investigar y avanzar en la producción de un tema que es tan doloroso para los entrerrianos como es la historia de Santa Elena y los trabajadores y las trabajadoras del frigorífico“, detalla.
“¿Y por qué elijo el documental?”, se pregunta, para responder enseguida: “Porque creo que no es sólo la interpretación creativa de la realidad por parte del documentalista sino que, además, es ese acto en que el realizador es transformado. Pararse frente al tema que vamos a desarrollar nos involucra, nos interpela, nos incita a mirar, a observar, a entender al otro para poder contar su historia, y el resultado de ese acto es lo que queremos transmitir y compartir en el relato. El documental es testimonio, es memoria. Como dijo Patricio Guzmán: ‘Un país sin cine documental, es como una familia sin un álbum fotográfico'”.