Anabella Gómez es estudiante del Profesorado en Ciencias de la Educación | Compartió la experiencia de movilidad académica en México que tuvo durante el segundo semestre de 2015
Anabella Gómez tiene 22 años y es oriunda de Nelson, localidad de Santa Fe. Estudia el Profesorado en Ciencias de la Educación y, a través de una beca de movilidad académica otorgada por la Facultad, pudo viajar a México a través del Programa JIMA (Jóvenes de Intercambio México-Argentina).
De agosto a diciembre de 2015 cursó materias en la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS). A meses de su regreso, compartió con nosotros su paso por ese país.
¿Cómo te recibieron en la Universidad de destino?
AG: Muy bien, no tengo objeciones, continuamente había personas pendientes de nuestra estadía que nos ayudaban si teníamos alguna dificultad. Fue una Universidad presente.
En cuanto a la beca, considero que es muy completa. La UNER costeó un porcentaje del pasaje y yo me hice cargo del resto. Por su parte, la UAS nos brindó hospedaje alojándonos en departamentos que contrataba según la cantidad de intercambistas que llegaban. Como no tenían comedor universitario nos daban por mes 3000 pesos mexicanos para cubrir los gastos de alimentación. Compartí mi experiencia con cinco colombianos y un brasilero que también estaban alojados ahí.
¿Cuáles son los aportes y aspectos positivos de irse de intercambio?
AG: Considero que a un estudiante de carreras como Comunicación y Educación, en las que se trabaja con sujetos e instituciones inmersas en un contexto, irse de intercambio le permite descentrarse y apreciar cómo se conciben los sujetos y cómo se trabaja en las instituciones de una sociedad diferente. Particularmente, pude conocer un sistema educativo muy distinto y adentrarme en las problemáticas que atraviesa cotidianamente. Esos aportes, cuando uno vuelve a su país, le permiten pensar y pensarse de otra manera, reflexionar acerca del trabajo docente.
Es una experiencia que enriquece en todos los sentidos, se viven sensaciones y emociones que uno no las experimenta si no es en esa situación. Otro aspecto positivo de estar en otro lugar es poder compartir con los demás lo que uno tiene. Yo estuve en contacto con chicos de más de cinco países, lo cual me enriqueció notablemente.
¿Qué diferencias o similitudes encontraste entre las carreras en Argentina y México?
AG: El nivel académico que tenemos acá es muy elevado, en comparación con el de la UAS. Vivir una experiencia de movilidad académica te hace valorar la formación propia. Allá eran menos las exigencias, las instancias de formación individual cara a cara con un docente y la bibliografía. Considero que existen más diferencias que semejanzas entre el Profesorado en Ciencias de la Educación de la FCEDU y lo que cursé allá que es la Licenciatura en Ciencias de la Educación. En la UAS la modalidad de cursado consistía en asistir a las clases y hacer una lectura acotada de ciertos textos. Si bien había una explicación del docente, se basaban mucho en exposiciones de los alumnos. No tuve instancias de evaluación finales, ya que el modo de evaluación se fundaba en las exposiciones, las lecturas, la asistencia y el cumplimiento de las tareas.
Otra diferencia notoria fue la ausencia de espacios y/o jornadas organizadas por los mismos estudiantes, sin la planificación de un docente. Acá son los alumnos los que se movilizan, en cambio en la UAS no hay un lugar de encuentro para debatir ideas, no militan y no tienen centro de estudiantes.
¿Qué ramas teóricas se estudiaban allá? ¿Cómo era la relación teoría-práctica en lo que respecta al plan de estudios?
AG: Es difícil dar una respuesta de este tipo habiendo estado solo un semestre allá. En cuanto a las ramas teóricas, entendiendo por éstas a las teorías del aprendizaje, son las mismas que las de acá. Y creo que son las mismas en todas partes del mundo. La gran diferencia que vi, es el modo de concebir tales teorías como aplicación directa a la realidad, a las prácticas del docente. Por ejemplo, una de las materias que yo cursé fue práctica profesional I. Allí el profesor nos pedía que hagamos un total de veinte observaciones en otra institución y a partir de eso consideraba que nosotros, los estudiantes, ya podíamos determinar si estábamos ante un profesor conductista o constructivista, y fundamentar el por qué. Como si un docente, por proponer una actividad grupal ya puede ser considerado un docente inscripto en la perspectiva psicosocial. Se esperaba que nosotros, a partir de las observaciones, pudiéramos “descubrir” en qué perspectiva se inscribía el docente. En cambio acá, las instancias de observación se vivencian de otra manera. En nuestra carrera se nos pide que estemos en el aula atendiendo rigurosamente lo que pasa, y a partir de eso trabajar con alguna situación puntal o una categoría, en relación con las teorías educativas, pero no de manera determinista. No se nos pide categorizar a un docente en tal o cual perspectiva, sino servirnos de las teorías para problematizar nuestra mirada en relación con aquello que acontece.
Allá la tarea del docente era otra, el Licenciado en Ciencias de la Educación quedaba, a mi modo de ver, circunscripto como un profesional apto para trabajar en pedagogía, contando con un conjunto de conocimientos y saberes a transmitir a futuros docentes. En cambio en nuestra formación se nos enfatiza mucho en el carácter político que tenemos como docentes, teniendo como horizonte la igualdad, la emancipación, la liberación de los sujetos que formamos. Se nos forma para que nuestra tarea vaya más allá que transmitir conocimientos.
¿Qué lugares de México conociste durante tu intercambio?
AG: Hice cuatro viajes. El primero de ellos fue a Mazatlán, una ciudad ubicada muy cerca de Culiacán, pero que limita con el pacífico. Este primer viaje surgió porque personas de la Facultad nos comentaron que allí se estaban hospedando otros extranjeros. Entonces nos pusimos en contacto y fuimos a conocerlos a ellos, y a la bella ciudad. Viajé con dos colombianas y una mexicana, que también eran estudiantes de movilidad. Fue un fin de semana a puro multiculturalismo. En el segundo viaje fui a un Estado que se llama Guadalajara. Allí volví a viajar con dos colombianas, nos quedamos cuatro días en los cuales recorrimos muchísimo. De ahí nos fuimos a Ciudad de México, Distrito Federal, cinco días. Conocimos los museos, el zoológico, las pirámides, los ríos, los patrimonios nacionales y la basílica. Aprendimos mucho de los orígenes aztecas de esa zona, de la historia de México, del fuerte valor otorgado a la religión y las costumbres.
En el tercer viaje fui a dos estados, Yucatán y Quintana Roo. Junto a una colombiana y un brasileño, viajamos como mochileros y conocimos la Riviera Maya. Fue fantástico. Era una zona que se diferenciaba mucho de lo que veníamos conociendo en México. Más allá del turismo, pudimos apreciar de cerca la forma de vida, las costumbres y los rasgos propios de los mayas que allí habitaban. Conocimos cenotes, playas, zonas arqueológicas y Chichén Itzá, una de las siete maravillas del mundo. Finalmente fui a Los Cabos, lugar ubicado en Baja California Sur. Es realmente bellísimo. Allí estuve cuatro días en compañía de un colombiano.
Creo que cada lugar tiene su encanto. En cada viaje pude apreciar lugares, costumbres y características propias de esa zona. Todos me dejaron una experiencia distinta. Viajando se aprenden muchas cosas, pero lo mejor que te podes llevar es la amistad que construís, esa sensación de estar apreciando tantos encantos de la vida con-otros.
¿Qué destacarías de tu estadía allá y qué le dirías a un estudiante que tiene intenciones de irse de intercambio?
AG: Cursar un semestre en una universidad extranjera es una experiencia que enriquece todos los planos de la vida. Cuando uno vuelve de intercambio nunca regresa siendo el mismo. La oportunidad de trabajar con otras personas y la inserción en una cultura distinta, que tiene otras costumbres, te abre la cabeza.
Para hacer un intercambio se necesita cierta valentía, por eso mi mensaje para todos los que están interesados es que se animen, se sientan valientes y se embarquen aunque tengan miedo. Cuando llegás todo te parece extraño, todo es nuevo, pero vale la pena. A medida que va pasando el tiempo generás contactos duraderos y vínculos intensos, y te cargás de energías para viajar otra vez y vivir más experiencias como éstas. Mi recomendación es que hagan uso de los espacios que la facultad nos brinda.
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