El segundo encuentro del ciclo Mañanas de bioarte tuvo como protagonista a Laura Olalde | En charla con Lucía Stubrin, directora del proyecto de investigación que organiza esta actividad, la bioartista repasó sus obras y reflexionó sobre el propósito que compromete sus investigaciones: “pensarnos como parte de un sistema mucho más amplio” | La próxima charla será el 4 de septiembre y reunirá a Lupita Chávez y Gabriela Munguía | Grabación al final de la nota.Laura Olalde es artista plástica egresada de la escuela de bellas artes Prilidiano Pueyrredón de Buenos Aires y magister en artes electrónicas de la Universidad de Tres de Febrero. En su formación de base está principalmente la pintura, sin embargo, en un momento, hubo un quiebre en su recorrido de investigación. “Siempre estuve de algún modo ligada a la fotografía, así que mi práctica ha estado unida a la producción de una imagen tecnológica, eso siempre me interesó. Pero el quiebre fundamental se dio a partir del trabajo con materia viva –reconoce–. Los artistas trabajamos con ciertos estímulos, imágenes poéticas, sonoras, visuales, pero siempre trabajamos con materia. El trabajo con materia viva define, en mi caso, un quiebre porque la materia viva tiene la particularidad de que está en proceso, está en permanente devenir, luchando por expandirse. Tiene sus propios intereses más allá de lo que esperemos de ella“.
En bioarte, hay una especie de clasificación del abordaje en la obra –se puede rastrear en los trabajos del historiador del arte Daniel López del Rincón–: la línea biomedial –cuando la materia viva está implicada en el proceso artístico– y la línea biotemática –cuando la obra alude a la materia viva pero trabaja con las materialidades tradicionales del arte.
Su primera obra bioartística fue biomedial: la instalación Quorum sensing (2012). Con un grupo de artistas, formado a partir de la maestría de UNTREF, “nos planteamos que sería interesante entender los fenómenos de bioluminiscencia”. Con la ayuda y el asesoramiento de la Facultad de Bioquímica, desarrollaron contenedores acrílicos translúcidos que, en su interior, alojaban un medio líquido y microorganismos. Quorum sensing es, precisamente, la reacción luminiscente que producen: “No es una reacción estética sino que es un fenómeno de comunicación. A partir de la agitación de los contendedores, los microorganismos se encendían. El espectador deviene en medio asociado al sistema: activa esta reacción y toma conciencia de la importancia del medio, de que no somos entes aislados sino que estamos todos conectados. Era una experiencia estética que generaba goce, pero detrás de esto había información”.
No será la primera vez que Olalde lo mencione: la conciencia de que estamos en comunicación permanente con un sistema más amplio, que no hay entes aislados. Del mismo modo, menciona que arte, ciencia y tecnología son dominios separados en una construcción cultural moderna; pero que si pensamos, por ejemplo, en la figura de Leonardo da Vinci, hay una perfecta conjugación entre esos mundos. “De un tiempo hasta ahora, yo estoy convencida de que es posible articular estos dominios a través de plataformas institucionales y relaciones interpersonales. Este es el caso de Introversión dogmática”, señala.
En Introversión dogmática (2015), la distinción entre las líneas biomedial y biotemática se vuelve más compleja. La obra fue realizada desde el colectivo Proteus, integrado por cientistas sociales y biólogos moleculares. Laura llegó al colectivo cuando decidió participar de un curso de posgrado sobre biología sintética en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA: “Kamikaze, no sabía en lo que me estaba metiendo. Pero fue lo suficientemente fascinante para querer ir más profundo”. En el caso de esta instalación, se propusieron visualizar lo que sucede a nivel submicroscópico. La instalación, entonces, es una representación de moléculas de ADN y proteínas a escala tangible. Se eligieron moléculas que son casi indistinguibles entre especies y están presentes en elefantes, espinacas, seres humanos. Esa generalidad indica, precisamente, que todos los organismos vivos tenemos una constitución molecular similar. La dinámica de la obra y el movimiento de sus componentes muestra, además, la interacción azarosa entre proteínas y ADN; cuestionando el discurso del determinismo genético y sugiriendo la complejidad de la interacción entre genes y ambiente. “Lo que queríamos mostrar es que esta intervención del arte en un área de investigación científica, como son los fenómenos de genética y epigenética, puede ayudar a cuestionar o repensar ciertos paradigmas teóricos del paradigma científico; así como las formas de visualización estandarizadas”, señala Olalde.
“En el caso de Introversión dogmática, al igual que en Quorum sensing, se habla desde un espacio interdisciplinario entre arte, ciencia y tecnología. Particularmente, lo que a mí me interesa es el trabajo colaborativo artístico-científico. Saltar de lo biomedial a lo biotemático a mí no me preocupa, son lenguajes que transito y me gusta cambiar de uno a otro, porque en el fondo hay un eje conceptual que me interesa consolidar. Siempre hay una búsqueda de la apreciación estética de los fenómenos, que no están a la vista evidente pero que nos rodean y nos constituyen. Ahí podemos empezar a pensarnos como parte de un sistema mucho más amplio y salir del antropocentrismo“, resalta la artista.
Luego vendrían otras experiencias: con bacterias que funcionan como biosensores de colores junto a un equipo de biólogos en la Facultad de Ciencias Exactas; con el equipo iGEM en Eslovenia. En paralelo, hizo una residencia artística en Metelkova, en la ciudad de Ljubljana, Eslovenia, y participó del Festival City of Women, con casi 30 años de historia. “Ahí propuse un mural participativo, absolutamente biotemático: el Mitochondrial wall (2016). Una representación macro de la mitocondria, una organela que está en nuestras células, que tiene su propia información genética, su propio ADN, y que se transmite por linaje materno. Llegué a engancharme con la historia de la mitocondria leyendo el libro Las Abuelas y la genética“. La mitocondria, además, muestra el origen común del Homo Sapiens en África. “En los 80, Wilson, un biólogo canadiense, llegó a que toda la traza conducía a África. La gran madre universal de nuestra especie es una madre africana. Por supuesto todo esto generó una cantidad de discusiones sobre filogenética, identidad y arrasó con todo discurso que pudiera estar hablando de razas”.
Por último, Laura Olalde y Lucía Stubrin conversaron sobre un mural participativo realizado en el Pabellón II de la Facultad de Exactas de la UBA, desde Proteus, en el marco de TECNOx. La obra se basó en una pintura de David Goodsell, cuyos colores son una licencia poética, pero es formalmente una visualización de la bacteria escherichia coli.
Texto: Rocío Fernández Doval
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