Es profesora en Ciencias de la Educación por la FCEDU-UNER, fue la primera universitaria de su familia y construyó un recorrido laboral vinculado, principalmente, con la educación en contextos de encierro. Su experiencia, en primera persona.
Romina Krenz egresó del Profesorado en Ciencias de la Educación de la FCEDU-UNER en 2009. Se desempeñó como docente en escuelas secundarias públicas y privadas, como tutora de la Universidad Siglo XXI y como docente del Instituto de Formación Penitenciaria de Entre Ríos. También fue evaluadora de proyectos educativos en organismos públicos y tallerista en espacios educativos en contextos de encierro. Actualmente trabaja en el área educativa del Servicio Penitenciario de Entre Ríos y, desde 2020, en el espacio de Educación a Distancia de la Universidad Autónoma de Entre Ríos (UADER).
Si bien Romina nació y reside en Paraná, su familia es oriunda de Don Cristóbal II, una zona rural del departamento Nogoyá. En total son ocho hermanos: cuatro mayores que vivieron gran parte de su niñez y adolescencia en el campo, y otros cuatro que nacieron cuando la familia ya vivía en la capital entrerriana.
Allí, cursó sus estudios primarios y secundarios en instituciones públicas. Recuerda que en los últimos años de la escuela secundaria, la hermana de una amiga que estudiaba el Profesorado en Ciencias de la Educación le mostró el plan de estudios de la carrera que se convertiría en su profesión. “Tenía un montón de libros, apuntes y cuadernillos. Me explicó de qué se trataba la carrera y la salida laboral que en ese momento tenía. Vi el plan de estudios y me gustó el perfil académico”, cuenta Romina. Sin embargo, hasta allí “siempre había pensado en estudiar psicología”, confiesa, pero para ese momento -1999/2000, cuando estaba en tercer o cuarto año-, “la única carrera de psicología que había en Paraná era en la Universidad Católica Argentina (UCA)”.
Romina ingresó a la Facultad de Ciencias de la Educación en 2022 y desde que fue por primera vez a ver de qué se trataba, se sintió cómoda con la propuesta académica. “Fui a conocer la facu con mi hermana mayor y decidí estudiar el Profesorado en Ciencias de la Educación. Me interesaron la carrera y las materias que tenía el plan de estudios: estaba muy cercano a la orientación de psicología y a lo que me gustaba. Siempre me gustó la docencia, era uno de los juegos de pequeña: jugar a la maestra, a enseñar. Yo siempre tuve alumnitos particulares, de escuela primaria, entonces les enseñaba a leer, a escribir. Como que la docencia siempre me atrajo y si bien los últimos años de la secundaria me inclinaba por psicología, cuando conocí la carrera, me gustó y la verdad que me resultó apasionante, porque me abrió muchísimo la cabeza, por las experiencias y el contacto con compañeros de otros lados”, destaca.
De hecho, reconoce que la formación en las aulas universitarias tiene mucho de proceso colectivo, de crecer y aprender con otras y otros, a la par que se construye el trayecto individual. “Tenía varias compañeras de Santa Fe con las que terminamos el cursado de la carrera en 2006. Cursamos los cinco años juntas y después seguimos rindiendo de a poco en los años 2007/2008. Mientras iba rindiendo las materias, cursé otras varias de la Licenciatura y aprobé algunas, más que nada las que me interesaban o que me podían ayudar en el campo laboral”, confía.
Por aquellos días, algunas de las jornadas eran intensas: “Estábamos de 13:00 a 21:00 en la Facultad y también algunos sábados. A la mañana estudiaba y a la tarde cursaba”, recuerda Romina, quien antes de recibirse, comenzó a trabajar. “En 2007 rendí varias materias y a la par empecé a tener experiencia laboral, dando clases y presentando proyectos, como hacemos la mayoría de los que estudiamos carreras de profesorado o licenciatura que tienen que ver con el campo de la educación. Di clases de orientación vocacional y las materias que son afines a la carrera en escuelas secundarias y nocturnas de Paraná”, añade.
Primera universitaria de la familia
Romina lo cuenta con orgullo: “Soy la primera generación de mi familia que termina una carrera universitaria. Y en una universidad pública. Es importante destacarlo porque son tiempos complicados para las universidades, para la educación pública. Rescato y valoro muchísimo nuestra trayectoria en educación universitaria pública, gratuita y de calidad”, subraya. “Mis padres son de una zona rural, nacidos en el campo, y mis cuatro hermanos mayores también. Mi papá terminó la escuela secundaria y mamá terminó la primaria. Todos mis hermanos terminaron la escuela secundaria, pero cuando los mayores la finalizaron, empezaron a trabajar; eran otros tiempos. Yo, que terminé una carrera universitaria, quería seguir estudiando”, confiesa.
En cuanto a su vocación, pudo verla con claridad desde el principio y tiene la fortuna de ejercerla a diario desde hace años en distintos ámbitos. “Siempre me gustó la docencia, di clases en escuelas de educación secundaria de adultos; trabajé en la Escuela Bazán y Bustos y en la José Martí”, introduce sobre este punto. También tuvo la oportunidad de trabajar para el Instituto Superior de Capacitación Empresaria, que tenía una concesión con la Universidad Siglo XXI, que ofrece carreras de grado a distancia: “Trabajé como tutora en el Centro de Aprendizaje Universitario; los Centros son como las franquicias que funcionan en distintos lugares del país. Allí estuve tres años como tutora y armando los dispositivos, la sala de informática para que los estudiantes que estaban haciendo carreras a distancia fueran al Centro a rendir”, explica.
En este sentido, Romina valora que la propuesta de carrera de la FCEDU-UNER ofrece “un abanico muy amplio de posibilidades laborales” ya que “tanto la Licenciatura como el Profesorado abarcan muchas áreas en el campo de la educación”. Desde su experiencia y trayectoria laboral, “la carrera es completa y permite ir por muchas ramas u orientaciones, dado que se puede trabajar en educación secundaria, en institutos de formación docente, en educación no formal o en educación en contextos de encierro, en cultura”, enumera al pensar en el propio recorrido. “Fui recorriendo distintos espacios que se abrieron gracias a la formación que tuve en la Facultad de Ciencias de la Educación y con un montón de personas que van armando una red de contactos y de compañeros que van abriendo puertas”, destaca.
Educación no formal: la experiencia de la educación en contextos de encierro
“Recuerdo que uno o dos años estuvimos trabajamos con un grupo de compañeros en el barrio San Martín, haciendo alfabetización de niños y alfabetización de adultos. Esa, y otras, son todas experiencias que te van formando aparte de lo profesional también en lo humano, en lo social y en lo político y eso fue lo que me orientó a buscar mi experiencia laboral en lugares como el contexto de privación de la libertad”, reflexiona hoy Romina.
La primera cercanía con la educación en contextos de encierro llegó hacia el tramo final de la carrera. “En 2004/2005, antes de finalizar el cursado, teníamos que hacer un trabajo de campo para una materia de cuarto año y con una compañera -Paula Baños- pensamos en conocer las experiencias educativas en contexto de encierro en cárceles de Paraná. Nos comunicamos con Adelina Quartino, que estaba en ese momento coordinando las actividades educativas en la Unidad Penal Nº1 Dr. Juan José O’Connor e iniciamos un trabajo de planeamiento que consistía en observar y evaluar los talleres educativos que funcionaban en una institución. Así fue que, junto a otros compañeros, empezamos a ir a la cárcel”, recuerda.
En esta instancia, añade, también tuvo la oportunidad de conocer los talleres que brinda el Área de Comunicación Comunitaria (ACC) de la FCEDU desde el programa de extensión actualmente vigente La UNER en contextos de encierro coordinado por la profesora Lucrecia Pérez Campos, de modo que junto a su compañera Paula se sumaron a las propuestas de radio y comunicación. Sería un camino de ida. A partir de allí, desde 2004 a 2010, Romina siempre fue una participante activa de distintos proyectos de extensión del Área y ello también significó una primera experiencia laboral como docente auxiliar además de tallerista.
El vínculo entre educación y comunicación continuó y la llevó a una nueva experiencia, distinta, en la Casa de la Cultura de Entre Ríos. “Con Paula, trabajamos juntas, empezamos a hacer un taller de teatro en la Escuela Constancio Carminio e hicimos contacto con gente del ambiente de la cultura. Fue así que empecé a trabajar en un proyecto en La Casa de la Cultura con un contrato de locación de obra, para hacer una evaluación y seguimiento de unos programas que financiaban proyectos culturales para barrios u ONG en la provincia. Junto a dos compañeras, una de ellas comunicadora y la otra trabajadora social, formamos un equipo para evaluar los proyectos que se presentaban y que recibían un financiamiento del gobierno provincial. Luego seguí trabajando por cuatro años más en la Casa de la Cultura, hasta 2012, cuando surgió la posibilidad de ingresar al Servicio Penitenciario a trabajar en el área educativa de la Unidad Penal N º 1”, resume.
Pasaron 12 años. Romina rememora aquella oportunidad con el detalle de quienes identifican un punto relevante en el recorrido. “Presenté todos mis papeles y mi currículum, di cuenta de toda la experiencia que tuve trabajando en el taller de comunicación y radio. Conocer la institución y a las personas que la habitaban me favoreció e ingresé al Servicio Penitenciario de Entre Ríos para trabajar como referente educativa en la Unidad Penal Nº 1. Desde ese momento sigo trabajando allí, fui creciendo y formándome, haciendo muchos cursos de posgrado de educación en contexto de encierro. Es una temática que me gusta y que ya me gustaba siendo estudiante”, reconoce.
Asimismo, le parece importante remarcar la labor de quienes han hecho camino en el campo. En ese sentido, destaca a Adelina Quartino, graduada de la FCEDU, quien supo construir y consolidar el trabajo del área educativa en el Servicio Penitenciario, como el de sus colegas de la Facultad: Diana Grinóvero, Paula Baños y Mariana Alegre.
Su presente transcurre allí y da cuenta del fortalecimiento colectivo de ese campo académico y laboral. “Mi trabajo es gestionar y coordinar actividades educativas para las personas privadas de la libertad que están alojadas en la Unidad Penal Nº 1 de Paraná. Actualmente trabajo con dos compañeras más: Stefanía Pezzarini, licenciada y profesora en psicología, y Ángeles Battauz, también egresada de Ciencias de la Educación. Somos tres profesionales de la educación coordinando la parte de Educación para alrededor de 950 personas que están alojadas en la unidad penal, que es una unidad penal grande. El área educativa del Servicio Penitenciario fue creciendo a lo largo de estos años: actualmente hay una referencia educativa en todas las unidades penales de la provincia, que son ocho, en muchas de las cuales hay colegas y egresadas de nuestra Facultad que están a cargo”, destaca.
Además, de 2018 a 2021 Romina Krenz también se desempeñó dando clases a cadetes que se forman para ser oficiales del Servicio Penitenciario en el Instituto de Formación Penitenciaria de Villaguay.
Otras experiencias
La educación virtual o a distancia también ocupa un lugar en el recorrido laboral de Romina. “Me gustaba; hice algunos cursos y demás. Hasta que en el año 2020, con la pandemia, fui convocada para colaborar con el Departamento de Educación a Distancia de la Universidad Autónoma de Entre Ríos (UADER)”, cuenta. Y analiza que en aquel contexto, “con la virtualización obligada de las carreras universitarias, había mucha demanda de trabajo” en ese campo.
Incluso, a raíz de esa experiencia decidió profundizar su formación en ello y se inscribió a una especialización en Educación y Nuevas Tecnologías de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), posgrado que terminó en 2023, repasa Romina.
Hoy, desde el presente, reflexiona sobre el contexto político y social a partir de todo lo transitado, lo estudiado, lo vivido, y la comparación con el pasado le parece inevitable. “Inicié la universidad pos-2001, con la crisis que había en ese momento. Eran épocas en las que los sueldos se pagaban en federales; una época de crisis económica y social muy parecida a la que estamos viviendo actualmente. No era fácil estudiar y la mía era y es una familia de gente trabajadora, con mi mamá ama de casa, mi papá que trabajaba, mis hermanos me ayudaban; y como tampoco era una época de mucha virtualidad, había que comprar apuntes, fotocopias, estar en las bibliotecas. Había clases públicas, en la calle. Me recuerda mucho a esta época que se está viviendo ahora y por eso también acompaño mucho a mis sobrinas, que actualmente están cursando carreras universitarias; creo que hay que luchar y sostener la universidad pública”, sostiene.
“Son 22 años de haber empezado una carrera universitaria en la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER. No sólo la formación, sino también el transitar por la universidad, conocer personas, participar de distintas experiencias, alfabetizar en barrios, educar en contextos de encierro…”, interrumpe Romina su propia enumeración. Y resume: “Me abrió muchísimas puertas, en lo personal y en lo laboral. Me formó tanto en lo académico como en lo humano, en lo social y en lo político”.